Recochineo en tu mirada, risitas espantosas. Lo sé, te hace
gracia que ahora yo esté con alguien, ¿eh?. Quizá hace unos meses, muchos
meses, habría estado con alguien y me habría encantado mirarte a la cara para
ver qué cara ponías. Pero hoy no, desde que él llegó no. Porque yo ya no paso
noches en vela, ni miro tus fotos, ni me sé tu biografía del Facebook de
memoria. Porque ya no me interesa nada que tenga que ver contigo. Dejaste de
ser importante hace muchísimo. Lo cierto es que sé porqué te ríes. ¿Crees que
aún siento algo, verdad? ¿Crees que estoy con él por despecho? Pues te contaré
un secreto: Estás muy equivocado. Estoy
con él porque le quiero. Porque llegué el primer día y le miré y sentí una
conexión única. Sí, la misma que sentí contigo el primer día de segundo de la
eso. Pero diferente. Él brilla cada vez que sonríe, y tiene los ojos más
verdosos que tú. Es más alto, más inteligente, y aunque a ti se te diera de
coña el inglés, triunfaras con tu romanticismo, y tuvieras a toda chica que
desearas en el bote, él te da mil vueltas y media. Tú no sabes qué es estar a
su lado, no lo sabes. Mágico se queda corto. Porque te besa y el mundo se te
queda pequeñito y tú te haces grande. Porque te coge de la mano y te sientes la
chica más valiente, y sientes que puedes comerte el mundo si él está
contigo. Tú, en su día, no te atreviste
a darme la oportunidad de demostrarte que podía hacerte feliz, él me la dio, y
es más, también me hizo feliz a mí. Es recíproco, algo que nunca sucedió
contigo. Por eso no entiendo tu cachondeo, tus ganas de reírte de mí. ¿Quién
estuvo en tus momentos jodidos, eh? Fui yo, joder. Y parece que se te ha
olvidado que fuimos amigos. ¿Mejores amigos?, sí, también nos llamábamos así.
¿Qué pasa ahora? Me has perdido, y sé que ahora te da igual. Porque ella está a tu lado, porque sientes que va a ser para siempre. ¿Pero y si un día ella deja de estar? Quizá ya no me busques, pero es que no te das cuenta, ¡llevamos más de un mes sin hablar! Ni un qué tal, ni nada. ¿No te parece fuerte para dos mejores amigos? La última y única vez que quedamos sentí que podía ser, te lo juro, que podía ser que hubiera esa conexión de mejores amigos. Porque te escuché, te aconsejé. Estuve ahí, en carne y hueso, para ti. Pero parece ser que a ti te dio igual, y ahora me miras mientras sonríes prepotente. Qué pena me da todo.
Qué pena un adiós así. Qué pena que esto suceda tan precipitado.
¿No nos merecíamos un final bueno? De esos trágicos, guays. Escribo hacia ti y ahora todo me parece patético…y pensar que los mejores textos una vez eran tus esclavos, tú fuiste el dueño de mis palabras, de mis sentimientos, de mis sueños.
Pero los destruiste. Ahora mis palabras tienen dueño, no. No lo tienen. Porque él no es el dueño, él no está por encima de mí, él está a mi lado, él me sujeta la mano y me hace temblar. Él es mi mano izquierda, o derecha, o mi tercera mano, esa que escribe en palabras cada latido que late por él. Latido que late desenfrenado si le tengo a dos centímetros.
¿Te arrepientes de haberme dejado ir? Seguramente no. Yo sólo me arrepiento de no haberte dado tu merecido en su momento. Bua, que fuerte suena esto. Y qué personal se está volviendo el texto. Me arrepiento de tantas cosas…Antes no lo hubiera dicho, pero ojalá, ojalá repito, no hubiéramos coincidido en el mismo aula aquel 2009. Porque ya nada volvió a ser lo mismo.
Esto es una carta de despedida. Esta es la definitiva, y si te vuelvo a escribir, supongo que será porque aún la situación es peor.
Lástima decir ‘’ Sí, lo conozco porque iba a mi cole’’ y no decir: ‘’ Sí, lo conozco, es mi mejor amigo’’.
Pero supongo que las personas cambian, las situaciones, pasan los años…y ni tú cumples los quince ni yo los catorce. Así que todo ha cambiado bastante. Mírame, ahora esta chica de 1.70 y de casi diecisiete años se despide de ti con una frase que marcó el final a todo esto, el principio del fin, lo llamarían algunos: ‘’ Noe, creo que me gustas…’’
Adiós, Actimel. Siempre estarás en el recuerdo, aunque ya no de la misma manera.
No te digo hasta luego, porque está vez sí que he cerrado el libro.
¿Qué pasa ahora? Me has perdido, y sé que ahora te da igual. Porque ella está a tu lado, porque sientes que va a ser para siempre. ¿Pero y si un día ella deja de estar? Quizá ya no me busques, pero es que no te das cuenta, ¡llevamos más de un mes sin hablar! Ni un qué tal, ni nada. ¿No te parece fuerte para dos mejores amigos? La última y única vez que quedamos sentí que podía ser, te lo juro, que podía ser que hubiera esa conexión de mejores amigos. Porque te escuché, te aconsejé. Estuve ahí, en carne y hueso, para ti. Pero parece ser que a ti te dio igual, y ahora me miras mientras sonríes prepotente. Qué pena me da todo.
Qué pena un adiós así. Qué pena que esto suceda tan precipitado.
¿No nos merecíamos un final bueno? De esos trágicos, guays. Escribo hacia ti y ahora todo me parece patético…y pensar que los mejores textos una vez eran tus esclavos, tú fuiste el dueño de mis palabras, de mis sentimientos, de mis sueños.
Pero los destruiste. Ahora mis palabras tienen dueño, no. No lo tienen. Porque él no es el dueño, él no está por encima de mí, él está a mi lado, él me sujeta la mano y me hace temblar. Él es mi mano izquierda, o derecha, o mi tercera mano, esa que escribe en palabras cada latido que late por él. Latido que late desenfrenado si le tengo a dos centímetros.
¿Te arrepientes de haberme dejado ir? Seguramente no. Yo sólo me arrepiento de no haberte dado tu merecido en su momento. Bua, que fuerte suena esto. Y qué personal se está volviendo el texto. Me arrepiento de tantas cosas…Antes no lo hubiera dicho, pero ojalá, ojalá repito, no hubiéramos coincidido en el mismo aula aquel 2009. Porque ya nada volvió a ser lo mismo.
Esto es una carta de despedida. Esta es la definitiva, y si te vuelvo a escribir, supongo que será porque aún la situación es peor.
Lástima decir ‘’ Sí, lo conozco porque iba a mi cole’’ y no decir: ‘’ Sí, lo conozco, es mi mejor amigo’’.
Pero supongo que las personas cambian, las situaciones, pasan los años…y ni tú cumples los quince ni yo los catorce. Así que todo ha cambiado bastante. Mírame, ahora esta chica de 1.70 y de casi diecisiete años se despide de ti con una frase que marcó el final a todo esto, el principio del fin, lo llamarían algunos: ‘’ Noe, creo que me gustas…’’
Adiós, Actimel. Siempre estarás en el recuerdo, aunque ya no de la misma manera.
No te digo hasta luego, porque está vez sí que he cerrado el libro.
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