jueves, 18 de octubre de 2012

Destino es mi tercera palabra favorita.

- Era septiembre, y hacía algo de viento. Estábamos en su casa, y lo dijo sin más: << Cariño, te veo desmejorada. ¿Has engordado un poco estos días no...? Creo que tendrás que tirar ese vestido, ya no te favorece nada. >>
La imagen aparece una y otra vez en mi cabeza. Sus ojos acusadores, juzgándome, condenándome por esos dos o tres kilos que me sobran. Su dedo, amenazador, tajante, que se creía el rey del universo apuntándome fijamente, hasta dejarme sin habla.
La primera lágrima corre por mi mejilla. Miro el reflejo. Me siento incapaz de decir más que esa palabra de cinco letras que pesa tanto: GORDA. En la clínica hoy me han obligado a comer. Lechuga y pavo, ¿a quién se le ocurre dar tanto de comer a alguien? 


Grito ensordecedor. Palabras que quiero que se lleve el viento pero que se reflejan en el cristal.
Y otra vez sus ojos acusadores. 

<<Puede que haya engordado un poco.>>
<< ¿Cuánto hace que no te pesas, cariño? >>
<<La última vez pesaba 56.>>
<< Habrás subido más de cinco...>>
Quizá alguien fuerte me diría que no te puedes dejar hundir así, pero desde ese día intenté no comer nada con hidratos de carbono, privarme de mis placeres, como el chocolate o la pizza.
El cabrón me hizo la vida imposible durante muchos meses.

<<Yo no puedo estar con alguien que abulte más que yo. >>
Creo que ahí empezó la obsesión. Los domingos por las tardes encerrada en casa montando horarios y tablas con lo que podía o no comer. Ahí empezaron esos días lluviosos en los que escribía en mi diario mis mejoras o mis empeoramientos. Lo mal que me sentaba haber cogido algunos gramos de más por haberme permitido el lujo de comer un trozo de pan. 
<< No es por ti, quizá es por mí, pero siento que esto ya no da más de sí. Te quise, pequeña, y tanto que te quise. Pero últimamente me he dado cuenta de que no.>>
Y esa fue la gota que colmó el vaso de mi obsesión. 
Los siguientes días fueron los que más recuerdo. Me encerraba en la habitación y utilizaba la máquina de correr. Volumen a toda pastilla, memoria vacía. En la habitación sólo estábamos mi música y yo, mi obsesión y yo. Y de vez en cuando los gritos de mi madre que tropezaban con mi realidad y me decían que bajara a cenar algo.
¡Y una mierda! Pensaba yo.
Tardé días en volver a salir a la calle. Y cuando me digné a hacerlo, sentía cómo la gente me observaba. Para entonces yo creía que era por mi gordura, pero la gente me miraba porque veían cómo un saco de huesos caminaba por una acera repleta de gente normal, feliz. 


Veía cómo se besaban las parejas, felices. Como uno aceptaba al otro sin prejuicios y sentía envidia. Quería matarlos, te lo juro. ¿Por qué ellos tenían el privilegio de ser feliz y yo no?


- Tuvo que ser duro, ¿no?
- Creo que duro es poco- Lucas me sonríe. Ha escuchado mi historia y sé que no va a decir nada más. Creo que es la primera vez en meses que hablo así con alguien- Pero todo se supera. Un día te despiertas y bueno...con la ayuda de muchas personas te das cuenta de que las cosas pueden verse desde otra perspectiva. 
- ¿Cuánto tiempo estuviste en la clínica?
- Dos años, tres meses y séis días.
- ¿Lo contaste?
- Era una tortura. A parte de contar mis calorías tachaba días en el calendario.
- ¿Cómo se llamaba él?
- Alberto. 
- Te hizo daño...mucho, ¿verdad?
- Me hice más daño yo.
- Desde que él...bueno, desde entonces, ¿has estado con alguien más?
- Nunca he conocido a nadie que me llegue a dar la confianza suficiente como para estar con él. Y...no le había contado esto a nadie antes. Y menos a alguien que conozco hace dos semanas.

- ¿Eso es bueno, no?
- Claro- sonrío débilmente, pero su sonrisa hace que la mía se fortalezca por segundos. 
- ¿Puedo invitarte a cenar?
- Sí, hace más de medio año que como con normalidad.
- ¿Sobrevivirás?
- Lo pasaré peor con tus chistes malos que con la comida...
Los dos sonreímos al unísono. 

- Gracias.
- ¿Qué? ¿Por qué?- dice- Si vas a tener que pagar tú tu parte, eh.
- No lo digo por eso- río- Que gracias por escucharme y esas cosas que no hace la gente normal.
- Si es por eso de nada, y en ese caso, me alegro de no ser normal.


1 comentario:

  1. "Veía cómo se besaban las parejas, felices. Como uno aceptaba al otro sin prejuicios y sentía envidia." El amor solo se ve bonito desde dentro , a todos nos pasa , ver encaramelados abrazos en un parque y tener inmediatamente unas ganas terribles de agarrarnos a otro beso .

    Te sigo guapa !
    Besitos desde: http://veintedelocho.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...