lunes, 21 de septiembre de 2020

Fue julio, si no recuerdo mal (claro que no)

Intento no involucrarme - como si eso pudiera decidirse- y mantenerme al margen de ti. De mí contigo, de ti conmigo. De esto que sostengo entre las manos. Un café con hielo que no consigue paralizarme ni mucho menos enfriarme. De tu risa, tus payasadas y mi mirada de luciérnaga clavada en tus pupilas. Vacilas al moverte como si supieras el poder que ejerces sobre todo tu alrededor. No sé cómo coño no se han girado todos a mirarte cuando has entrado por la puerta. Sin duda, yo lo he hecho. Los auriculares colgando, tu media sonrisa disimulada por tu barba y tus grandes ojos fijos saludando tranquilos. Estás guapo, como siempre, pero hoy especialmente. Es como si te hubieran regado antes de venir, como si florecieras. Tienes un buen día, se te nota, tus pómulos son color melocotón. Te he dicho ya que estás muy guapo, ¿no? No, solo lo he pensado. Como el otro noventa por ciento de cosas que se me pasan por la cabeza y no te digo. Supongo que una parte de mí espera algo. Una señal, tal vez. Un disparo de salida que me advierta de que ya no es una locura hablarte de magia. Espero a que seas tú el que empiece a delirar y baje la guardia, el que relaje la pose expectante y se desnude. Parece tan fácil cuando lo dices tú. Cuando hablas de cualquier cosa sobre la que yo no sé suficiente, cuando escuchas sin entender una palabra de lo que digo, o de repente me sorprendes haciendo una afirmación tan rotunda y tajante que tambaleas los cimientos más firmes de mi mente. Esos sobre los que he construido mis nunca, mis siempre, mis ni de coña. Me veo tan ajena a mí, en ocasiones, tan fuera de esa pose dura que me he fabricado a medida desde que las desilusiones me cosen los años a la espalda, que me quedo helada. Casi no me reconozco. Es como si alguien hubiese tirado de mí y me hubiese dejado en el mismo nivel inocente en el que estuve aquella primera vez, cuando colgándome una mochila a la espalda, crucé el umbral llena de ilusiones. ¿Es posible que una versión menos joven y más sabia de mí se haya apoderado de este cuerpo?  Me contemplo casi entera, que ya es suficiente para los tiempos que corren. Estoy sonriendo, ¿lo ves? Y me da vergüenza lo que dices, porque de repente soy esa joven tímida, porque la cara que le había echado estos años a la vida se ha convertido en una careta de la que despojarme. Con ella han caído todos mis miedos. Y aquí estoy, cien por cien, llena de experiencias que me recuerdan que la vida no es maravillosa, pero también que me empujan a ser la que soy hoy. 

- Voy a besarte- digo casi para mis adentros. 

No respondes y por eso lo hago. No respondes y por eso salto. No respondes, pero me besas. Porque antes de que yo haya pronunciado esas letras - que jamás llegan a salir de mi boca- tú ya estás justo delante callando mis labios, sellando esas copas (que no llevamos de más, lo juro).

Y vuelves a dejarme en ese punto cero desde el que no encuentro ni mi juicio ni mi chaqueta. Y pienso: qué más da. Esta noche no los voy a necesitar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...