lunes, 15 de junio de 2020

El vértigo del "antes"

¿Qué pasará cuando ceda? ¿Qué harás cuando un asome entre mis dientes y resbale por mis labios? ¿Qué sucederá entonces? Por encima de mi mirada felina y astuta, por debajo de tu ceño fruncido, atravesando las distancias cortas. ¿Qué será de mí? ¿De ti? Un paso en falso y saltaremos por los aires. Tú siempre enciendes tu mecha, con más facilidad y soltura que yo, con más precisión, como si estuvieses muy seguro que algo está a punto de ocurrir a continuación; yo siempre tiemblo con el mechero entre las manos, como si consiguiera quemarme. Es la primera vez que siento que no tengo el control de la situación. Mi mente, relajada, baila. Es como si fuese fácil. ¿Siempre ha sido fácil? En otros ojos no lo era. Nunca lo fue. A la vez, detesto no llevar el control. En cualquier momento voy a descarrilar, voy a desviarme, voy a dejar de mirar la carretera, voy a pisar las líneas, voy a estrellarme. Porque...es eso lo que me da miedo, ¿no? Estrellarme. Ese es mi único temor. Me escribí con fuego en el pecho que todo el que pisara este suelo iba a largarse y ahora me da miedo encariñarme con lo que habita a mi alrededor. Es como vivir con la seguridad de que al día siguiente vas a despertarte en medio de la calle y tu colchón, tus libros o tu mesita de noche van a desaparecer para siempre. Vivo en un constante exilio. Y me da miedo. Abrir estas puertas sería exponerme al abandono. De nuevo. Dejar entrar a la ilusión sería recordarme que ya no soy una niña. Pero, ¿y si ya no tuviera que serlo? Quizás siempre se trató de eso. Que ya no soy una cría. Que ya lo huelo todo a kilómetros, que sé de qué pie cojeo, que sé lo que no me gusta, lo que me gusta. Que con el paso de los años me he vuelto exigente y que todas las despedidas me han hecho de piedra. 
Sé que vas a venir e intentar romperlo todo a martillazos. Eres dura, eh. No sabes cuánto.  ¿Por qué? Es la única manera de sobrevivir por aquí. ¿Y si te dejas llevar? Mi mente se pregunta dónde. Y no lo sé, pero, ¿acaso importa? Joder, es que parece que tú tengas muy claro hacia dónde vas. Tu seguridad me perturba, me intimida, me encierra, pero también me empuja hacia ti. Eres como un reflejo de mí, te veo y me veo, y a pesar de que me llevas años de ventaja, te pareces mucho a mi yo de hace ocho años. ¿Cómo coño estás así después de todo? Es tan fácil como cerrar los ojos. Por una sola persona, o un hecho, no puedes condenarnos a todos.

Dos lunas apuntando hacia mí. Escozor en el pecho, cosquillas en las muñecas, tensión en la espalda, ¿Estás segura? ¿Ahora mismo? De nada. Bien, bien. Cierra los ojos, no pienses en nada. Déjate llevar.  
Con la precisión arquitectónica de cupido, unos labios caen sobre otros labios. Se bañan y recrean en el milímetro que el aire les presta. Sal sin tequila, limón sin hielo y cristal sin licor. La perfección de un movimiento ligero, unas manos que agarran, suaves, mi cabello. El cuello calculando la distancia entre ambos pechos, el suspiro final que invita a otro trocito de recreo. Dos niños sabiéndose inocentes en su eterna juventud. Se han apagado el resto de estrellas, porque solo dos brillan esta noche. 



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