viernes, 6 de marzo de 2020

Una vida mejor

Nos hemos sentado en el lugar más alto y luminoso del mundo para contemplar nuestra oscuridad. Balanceamos nuestras piernas, sin ritmo ni sentido alguno, hasta que nos cansamos. Nos cuelgan las ojeras, nos lloran los labios de lo secos que están. Me levanto para verlo, aunque no estoy segura de si quiero entrar; pero entro. Lo hago porque es la última oportunidad que tengo para verlo y porque en el fondo sé que en silencio me despediré de él. Nunca hemos tenido una relación estrecha, recuerdo que de pequeña lo miraba y lo veía tan delgado, tan alto y callado que le temía. Yo era entonces tan pequeña...Más de quince años después soy yo la que, desde arriba, lo contempla pequeño. Sus manos, puestas una encima de la otra, parecen de porcelana. ¿Es él? La comisura de sus labios dibuja una media sonrisa. Se me humedecen los ojos, se me seca el cerebro. ¿Quiénes somos y en qué nos convertimos cuando nos vamos? ¿Nos vamos del todo? ¿Nos estará oyendo? Media docena de cabezas asoman tras los hombros de los que miran a su hermano desde la primera fila. Un cristal no es suficiente para separarlos. El llanto se apodera en la sala y no me sé controlar. ¿Escuchamos todo lo que hay a nuestro alrededor cuando nos hemos ido? ¿Nos está oyendo?
Siempre me he declarado atea,  pero admito que en momentos así doy un frenazo y me planteo todo lo que soy y la idea que me he forjado sobre la religión y la construcción humana a su alrededor. La influencia de Unamuno no me ha hecho bien.¿Dejé de creer o me convencí de que era una absoluta locura? ¿Una parte de mí sigue creyendo que hay un Dios, un ente, que está ahí y nos acompaña? ¿Es suficiente? ¿Y por qué si existe el mundo aún tiene maldad?

No puede acabarse aquí, me niego. No podemos ser solo esto, no podemos convertirnos en polvo y desaparecer. ¿Nos iremos orgullosos de quienes hemos sido? 
Me imagino que nuestro alma se eleva y mira a su alrededor, buscando a sus seres queridos, consolándoles con un ligero toque en la espalda. ¿Tiene sentido? 
No sé si algún día estaré preparada para afrontarlo, ni si mi mente asumirá que poco a poco todos acabamos siendo nada. NADA. ¿NADA? NADA. Acabaremos siendo nada. Y qué infelices somos a veces en esta vida, viviendo nuestra rutina sin pensar en todo lo que ya no vamos a ser cuando no estemos, en todo lo que no besaremos, en todo lo que ya no veremos.

Estúpidos cobardes, refugiados en la forma rutinaria de ponernos excusas para no vivir como queremos. 
Si estás ahí, Dios, haz que se encuentre con el yayo José y puedan abrazarse. Sé que algún día nos veremos todos allí. Espero que no falte la pizza o la cerveza allí arriba, y que celebremos que después de este absurdo y contaminado mundo hay de veras una vida mejor. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...