lunes, 13 de enero de 2020

De canciones y armaduras

No lo he dicho en voz alta, pero el 2019 se llevó consigo dos cosas: mi esperanza en la música y mi armadura. La primera, al final, no es tan importante, en el fondo de mi corazón siempre he sabido que no he nacido para llenar estadios ni pisar escenarios (solo fantaseaba con que pudiera hacerlo). La segunda es más jodida, porque yo había hecho bien las cosas. Me habia hecho fuerte con los años y había construido a mi alrededor una protección tan sólida que me creía ajena a todo, incluso al dolor. Me han decepcionado algunas veces, personas que me habían hecho muchas promesas, gente que de verdad me conoció, que me contaron sus verdades y contemplaron mi vacío y mi absurdo humor. Eso me ha hecho, con los años, desconfiar. Creer que muchas personas se van a marchar de nuevo, porque, si lo han hecho una y otra vez, ¿por qué iba a ser diferente en el resto de ocasiones? De eso iba mi armadura. De la postura gélida y el cumplido superfluo, del "no me acercaré mucho por si muerden", de resacas tibias. Eso me hacía sentir segura, porque pensaba que, aunque se marcharan, nunca nada volvería a dolerme tanto como cuando aquellos se fueron. Era inocente, me creía capaz y superior, miraba por encima del hombro a mis recuerdos y les juraba que yo ya no era la misma. Ilusa, en 2019, me contemplé débil. Y no fue la traición esta vez, ni la desolación del abandono, fue el miedo, el verme sintiendo,  el temblor de mi voz, fue el grito veloz de mi corazón volviendo a latir con fuerza. Fui yo sintiéndome pequeña otra vez. Fui yo temiendo al silencio y a lo que viene después. Fui yo con miedo a decir "te quiero" por si no existía un "quédate".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...