martes, 16 de julio de 2019

No puedo dormir. Supongo que da igual, tengo tantos nudos en la garganta que no sé ni por dónde empezar a deshacerlos. Hay cosas que duelen. A veces duele como una herida sin cicatrizar, otras veces es como una patada en el estómago; la peor, quizás, es la hostia de realidad. Esa te la da la vida y le importa bien poco el momento en el que estés. Me he dado cuenta de muchas cosas esta noche, cosas que reservaré para mí,  cosas que quizás la vida me está devolviendo por todas esas veces en las que fallé.  Sobre todo a mí. Hay acciones injustificables, y yo siempre pretendo justificar todo lo que me duele, encontrarle un motivo o una explicación para transformarlo. Pero hoy no. Hoy esto va de verdades, y tal vez sea en los pequeños detalles, en esos minúsculos detalles, donde he visto reflejada mi realidad. Dolía menos cuando fingía que no era para tanto, debo reconocerlo, pero tal vez lleve demasiado tiempo viviendo en una mentira que me he construido para no hacerle frente a mi verdad. Qué áspera se ha vuelto de repente, sumida en una oscuridad que deslumbra. Me duele mucho el corazón, pero voy a llevarlo en silencio. Es el castigo del cobarde, llevarse el corazón a un lado, apartarlo, no dejarle hablar.
Nunca sale bien cuando habla. Nunca nada saldrá bien. Lo peor es que yo ya lo sabía, pero me dije a mí misma que era mucho mejor ignorarlo todo. Nunca más voy a despejarme de los miedos, nunca más voy a quedarme desnuda. Nunca más puedo permitirme pensar que al otro lado hay camino, que puedo cruzar tranquila, que no me haré daño. Nunca más me voy a permitir el lujo de dejarme llevar, porque cada vez que lo intento recibo silencio. Y el silencio, esta noche, entre lágrimas y sed, me está dejando sin fe.

Ojalá acabar con este insomnio. Ojalá dormirme en minutos. Ojalá todo fuese un mal sueño. Pero este sigue siendo mi mundo y yo sigo siendo pequeña.

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