De verdad, estiré los brazos, pero fue tan duro el verso que acabé con las rimas.
No hay fuerza de voluntad capaz de frenar esto, ni antídoto que consiga que no me ponga a escribir todas las noches.
Mi propia terapia es la de reprocharme que no soy suficiente, porque cada día que pasa se me hace más difícil pensar que puedo conseguirlo.
Haberlo soñado toda mi vida no cambia nada.
En absoluto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario