martes, 18 de diciembre de 2018



Si te miro directamente, veo en la claridad de tus cristales redondos una mentira infinita. La de mantener callados tus sentimientos y dominar tus sentidos. No te he visto lo suficiente como para que estés tan silenciosa, no me has mirado lo suficiente para adivinarte. Aun así te escurres entre mis dedos, bailas, sencilla, como si estuvieses grabando un anuncio de esos de colonia, malísimos, pero sensuales. Pareces frágil y, sin embargo, te han hecho a base de piedra y alcohol. Pero estás guapa seria, tú siempre estás guapa, aunque me huyas. Sé que te dan miedo muchas cosas, porque cuando te cojo de la cintura y me acerco, casi noto tus latidos punzantes canturrear alguna melodía de pánico escénico. Te doy miedo porque crees que si me besas más de tres veces seguidas voy a salir corriendo. Pero quién crees que soy. Si estoy aquí. Si estás allí. Si yo te tengo miedo. Labios rojos, destructores y seguros, que amenazan con empaparme de temblor y cielo. Puedes besarme un poco más, no voy a quejarme. Tu espacio físico siempre es largo, nunca estás lo suficientemente cerca, nunca te huelo lo suficiente. Tu pelo dorado al sol ha encendido mi risa más floja, quiero verte saliendo del mar, desnuda, mientras sonríes. Quizás en una playa a solas, un julio a las siete de la tarde. Quiero verte el sol en la espalda, quiero que tus tatuajes anuncien visita, quiero que no me huyas, porque huyes, porque no me acerco, porque no me atrevo, no puedo, no puedo, no puedo acercarme si te alejas. Tímida finges ser valiente, pero con un par de cervezas se te escapan las verdades, y te veo bailando esa canción movida que dice que nunca más vas a volver a ilusionarte. Y yo te miro pensando que ojalá eso no sea cierto, porque en el fondo espero que te ilusiones, no conmigo, sino de mí, de nosotros. Ahora subes el volumen de la radio, pero qué tonta eres, quiero oírte cantar. Pero tú no te dejas, tú huyes, tú no quieres que te oiga porque te da miedo que me guste.
Te quedan bien esas medias, ese clip extraño con el que te has echado el pelo hacia un lado. ¿Me dejas ya pedirte que te quedes? No me cambies la canción, esta me recuerda a ti. Quiero un verano contigo, cincuenta o sesenta días de sol extrovertido, una canción y el coche con las ventanillas bajadas, dejando entrar más aire del que podamos soportar sin estallar de la risa. Que cantemos sin entonar, ni afinar, ni sabernos la letra. Quiero que tus ojos no me mientan, que me digas que te quedas, porque quieres, aunque mientas negando con la cabeza. Tus hoyuelos profundos susurran otra cosa. Aún es pronto para rendirse. No me huyas, no me huyas. Quédate.
Es cierto que nunca te he pedido que lo hicieras, pero quédate. Porque si te vas me arrepentiré toda la vida de no haberte pedido que te quedaras. Quédate tan cerca que no haya sombras entre la pared y tu cuerpo solapado a mis versos. Quédate como se quedaron en la memoria los recuerdos teñidos de un verano de 2014 que dejó residuos de miel en las venas. Quédate como se queda lo que nunca se queda. Quédate como si nunca hubieses pensado en marcharte. Quédate como si no tuvieras miedo, aunque estemos acojonados. Quédate porque si no te pido que te quedes, no vas a quedarte. Quédate, porque quiero ver tu espalda desnuda todas las mañanas en las que despertemos y nos pillen in fraganti rozándonos los sueños. 
Quédate como te has quedado siempre, porque esta vez soy yo el que no piensa marcharse. 











No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...