miércoles, 17 de octubre de 2018

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Me sentí humillada cuando sus palabras impactaron en mí, cuando me di cuenta de la gravedad de cada palabra que salía por su boca. Aun así, permanecí inmóvil. ¿Sabéis esos momentos en los que las cosas que pasan a vuestro alrededor avanzan con más velocidad de la que podéis alcanzar pensando? No me quería creer lo que estaba viviendo. Imagino que por todo lo que había vivido, por la acumulación de pruebas que me gritaban que saliera de allí corriendo. Solo me quedé por miedo. Miedo a salir de nuevo a la realidad siendo yo misma, miedo a caerme, miedo de él. Tardé muchos meses en optar por lo correcto - o tal vez años- ya sabiendo que no había amor. El amor, tal vez, duró unos meses. Los que tardé en darme cuenta de lo que estaba pasando realmente. A partir de ahí, todo fue cuesta arriba. Hubo un momento en el que vivía una vida que sentía que ya no me pertenecía. Estaba sumida en una rutina, donde tomaba decisiones supervisadas, en la que cada paso, decisión y opción que tomara iba a ser juzgada y condenada. Así lo viví. Estuve condenada por muchas cosas, más de las que jamás podré decir. Aun así fui lo suficientemente fuerte como para no alejarme del todo de las personas que me querían. Aunque hubo momentos en los que casi lo pierdo todo.
Sus ojos seguían mirándome. Dos bloques de hielo, bañados en rabia, apuntando directos hacia mí. Más palabras cargadas de rencor que jamás olvidaré. Un respeto que hacía tiempo que había perdido el nombre. Suspiré y reí irónica. Eso lo enfadó aún más. Que quién creía ser, que por qué era tan mala, que si me daba cuenta de el monstruo en el que me había convertido. Eso solo me hacía reír más. Entonces lo recordé todo. Recordé cómo poco a poco sacó lo peor de mí. Recordé esos inicios en los que yo nunca me enfadaba y él insistía diciendo que sacara la rabia, que no me contuviese. Me di cuenta de que se había dedicado a educar mi mal humor, mi rabia, y la había hecho salir. Evidentemente fue también mi culpa. Yo dejé que saliera ese monstruo. Yo acabé sacando lo peor de mí porque aprendí a canalizar así todo el olor y la impotencia que sentía en torno a todas las injusticias que, a mi juicio, me estaba tocando vivir. Aun sabiendo que fui la peor versión de mí misma, no me arrepiento de nada de lo que dije o hice, porque fue el único momento en el que pude devolver parte de ese sentimiento negativo que pesaba tanto. Era la única manera de seguir viva, de calmar la ansiedad, de no perder la cordura. Esa Noelia con la que conviví es una Noelia que murió y a la que liberé el día que me despedí. Nunca hubo tanto silencio en mi mente como aquel día.
No ha sido fácil perdonarme por haber aguantado tanto en un lugar donde sabía que no pertenecía, de hecho, quizás aún no me he perdonado del todo. Lo que pesa más es saber que hay momentos de mi vida que ya no recuperaré y que dejé que se oxidaran. No me perdonaré el haberme tratado así, el haberme permitido ser esa hoja de papel arrugada que nadie ve y que descansa en el suelo.
No fueron unos años fáciles, ahora es cuando estoy empezando a sentir que el aire entra en mis pulmones y sale con facilidad. Y pensar que ni quería que yo estudiara esto.
Aprendí tarde que aquellos que verdaderamente te aman te empujan a perseguir lo que deseas y lo que te hace feliz. Así que en realidad, no. No fue una historia de amor. Fue una historia de control, violencia, anulación, rabia y culpa. Fue una historia de terror.
Ni siquiera pido una reconstrucción, no me hice pedazos. La próxima persona que llegue a mi vida con intención de amarme no va a tener que reconstruir un puzzle imposible, solo tendrá que escucharme, entenderme y quererme con todos los descosidos y las verdades.
Sé que no va a ser fácil tomar la decisión de empezar una historia nueva con alguien algún día. Sé que tendré mucho miedo, sé que no sabré ni cómo explicar lo que viví.

Pero tengo la esperanza de que la próxima persona que esté dispuesta a vivirme sea un valiente de alas abiertas que me lleve a aquellos lugares a los que creí jamás poder llegar.
Solo pido que me quieran de verdad, y que esa historia de terror no deba vivirla nunca más, ni yo, ni cualquier mujer u hombre de este planeta.








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