viernes, 19 de mayo de 2017

Brasas.

Con los ojos del tamaño de dos lunas se puso a escribir. Primero se recogió el pelo, pues le estorbaba la vitalidad con la que se movía a su alrededor; sus hombros ya no estaban preparados para soportar el peso. Después se estuvo mordiendo las uñas durante minutos, pensando qué era lo que realmente quería escribir.
Lo tenía demasiado claro y le daba suficiente miedo ponerse a escribir algo así:
''No me salen las cuentas de las veces que soy feliz''. Quizá, al principio, no se entendió ni ella. Escribió, después, una especie de metáfora que se le agarró al corazón y de la que ya no se supo librar: ''El sol sincero ha empezado a quemarme las razones y ya no anochezco''. 
Después cayó rendida. Era lo más fuerte que había escrito hasta entonces y solo ella podía comprender lo que eso significaba. El paso que había dado, lo mucho que había conseguido avanzar.
En su cabeza solo una pregunta quemaba los silencios: ¿Qué ha pasado?
Se revolvió durante horas en la cama. No encontraba respuestas, y es que ni siquiera se molestaba ya en plantear pregunta alguna.
''Cómo duele saber que sigo viva en un mundo que hace años que está muerto''. Cada letra tecleada se volvía testigo del drama confuso que estaba viviendo: ''Cada vez soportas menos peso, cada vez estás más muerta''. 
Cómo salir de ahí,
de aquí,
de ella,
de mí.

Una casa con paredes de cartón, mentiras en el aire que se pegan a su pelo, un dolor clavado en las costillas, que ya no se calma ni durmiendo. 
''Les importo tan poco que ni siquiera han visto que el silencio que enseño es lo único que me atrevo a pronunciar''. 
Podría haber mentido muchas veces durante su efímera e intensa vida, pero ya puedo afirmar que yo que escribiendo no había probado jamás la mentira.
''Veneno partido, escupo cristales''.
Y sigue leyéndose a sí misma:
'' No te ha dado tiempo a girarte
y ya te has consumido.
Un instante,
es lo que hacía falta
para morir quemada
entre las brasas 
y las balas''.

Yo aún no lo he entendido. 
Pero supongo que lo crudo reside en la verdad,
y qué lástima que esto no sea mentira,
así no tendría que limpiar sus lágrimas,
levantar la vista
y decirle a sus padres, que acaban de entrar:
''Claro, como siempre, genial''.

Ya os lo he dicho antes,
aquí es donde aún sigue(o) siendo verdad.

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