domingo, 14 de junio de 2015

Te conozco, y empiezas a ser feliz.




Te conozco y veo señales en cada palabra o cada gesto. Puede que haya llegado la hora y hayas olvidado mi nombre. Lo veo en tus ojos, en tus pasos indiferentes. Sé que ha llegado el día en el que te has despedido de la melancolía, de mí. Ha aparecido alguien en tu vida y no te culpo, yo deseo que seas el chico más feliz. Aunque duelan las heridas hechas con sal y recuerdos. Has dejado pistas en cada palabra arrastrada, en frases, en sonrisas. Creo que vuelves a ser feliz y que en tu corazón asoma una futura nueva herida. Ya no ocuparé tu mente aislada del mundo por las noches, no. No será en mí en quien pienses cuando todo vaya mal, o cuando algo salga bien. Sé que vas a volver a amar y que voy a verlo. De lejos te diré adiós cuando eso pase, aunque tú ni si quiera estés mirando al marchar.
Sé que ha llegado la hora más dolorosa, la más temida: Aceptar tu huida sin más. Aceptar la posibilidad de que no vuelvas nunca a pasarte por estos rincones de mí. 
A veces aún me quedan lágrimas para ti.
A veces aún el ron me habla de ti
de todo aquello que no llegamos a hacer
y que hoy duele.
Deseo que seas feliz. De verdad, más de lo que lo fuiste conmigo. Deseo que alguien te lama las heridas de nuevo, como hice yo con tus pasadas cicatrices. Espero jamás ser una piedra en tu camino, y que le hables a ella de mí como la chica que te salvó y te volvió a dejar sano y salvo en la tierra.
Háblale de todas esas canciones que no llegué a cantar, de lo que nos gustaba el invierno.
Dile que no fui tu primer amor, pero que tú sí fuiste el mío.
Cálmale la vida como te calmé el alma y no te gires si paso por al lado y una lágrima delata mi insensatez.
Ojalá nunca sepas que a pesar de que me perdí muchas veces, intentaba siempre quedarme cerca del recuerdo por si querías volver.
Sé que es tarde para esto pero perdóname por nunca pedirte que te quedaras cuando tú insistías en marcharte. Una parte de mí sabría que estarías mejor sin tener que mirarme la espalda desnuda.
Una parte de mí siempre miró antes por ti que por mí en esto.
El juego terminó y ya sabes que siempre queda un perdedor en todo juego, y es que el amor es un misterio, pero todo amor es el mismo. Uno siempre gana y levanta cabeza mucho antes que el otro, vuelve a amar, vuelve a sonreír, antes que el otro. Siempre fuiste el ganador del juego.
Yo fui todo peón de tus miedos.
Siento haber sido la escalera que te llevó a tus sueños.
Siento haberte dicho que te quería,
aunque no lo siento, porque fue cierto.
Ojalá ella tenga las pupilas tan grandes que pueda guardarte como yo te guardé, ojalá sus piernas sean grandes catedrales que rodeen tu cintura entre esas sábanas tuyas todos los inviernos. Ojalá a ella sí le guste el café, y su risa no suene tan mal.
Yo seguiré perdida en la ciudad de siempre, la misma que compartimos, aunque no logremos vernos. La ciudad donde fabricamos la mayoría de nuestros recuerdos. La que no logro pisar sin acordarme de tus manos tocando mis directrices.
Siento ser la que se quede atrás, de veras que lo siento.
Pero solo estoy hecha de silencios, y te miraré sin que me veas
te veré feliz y te juro que me arderá el corazón por no ser yo la que te sujete en las caídas
pero desde la distancia sonreiré a tu mundo.
Veré cómo logras todo aquello que te acojonaba y me daré la razón. Me darás la razón.
Tú podías con todo,
aunque no conmigo. 
Necesitaste escalar solo para darte cuenta de que la cima no estaba tan lejos. 
Y aunque te haya acompañado sin hacer ruido durante todo el camino, para ti, es como si mis ojos no apuntaran a tus miedos. Para tu corazón el mío no ha estado desde aquel adiós, aunque suplicara por ti en silencio.


Sé que ha llegado el día, y tranquilo, no le tengo miedo a esto.
Te tengo miedo a ti.
Porque vas a desaparecer y voy a tener que hacer las maletas y cambiar de sueños para no verte en cada momento en el que soñé.

Hoy no me caben más cicatrices en el pecho, pero seguiré hacia adelante.
Tú estás mejor así.
Tú sí sabes vivir sin mí.
Y no sabes cuánto me alegro de que uno de los dos, al menos, pueda salvarse.



Uno de los dos tenía que hundirse.
Y prefiero ser yo la que olvide nadar,
voy a dejarme vencer por el naufragio.
Hasta que las olas vuelvan a dejarme en la más profunda nada.
Y deba empezar mi historia de cero
sin recordar si quiera mi nombre,
sin recordar si quiera el naufragio,
sin recordarte a ti.
Sin ser contigo
y ser sin mí. 

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