miércoles, 15 de abril de 2015

Sábanas rotas





Una cama tan fría. Tan pequeña, que se te queda grande.
El otro lado vacío. 
Y tus piernas acariciando unas sábanas cansadas de verte suspirar en silencio.
La soledad te quema en el pecho, y de repente envidias a cualquiera que tenga
unos labios que besar,
unos hombros que morder,
unos sueños que alcanzar.
Sola.
Como ya es costumbre.
Das vueltas sin parar
y piensas en la cantidad de personas en las que creíste
y terminaron yéndose.
¿Dónde está el problema?
¿En tu risa nerviosa?
¿En tus manos temblorosas?
¿En tu cuerpo que responde
a cada latido
con una sonrisa melódica?
El problema está en tu corazón
cansado de latir a mil por hora
por corazones que solo dan un 50%.
Medio vacía, como el vaso de ron que no te terminaste el sábado pasado.
Como los vestidos que te pones
ya sin ilusión
porque sabes que aunque cualquiera quisiera acercarse
nadie tiene ya la intención de quedarse.
Que cualquiera que te lo quite
no se va a quedar admirando las curvas de tu cuerpo
cuando el amanecer te despierte la piel.
Y tú, que aunque digas que ya no crees en cuentos,
buscas irremediablemente un corazón que te sostenga,
les dices que no cuando cualquier discoteca
es testigo de la insensatez más grande del mundo.
Mil bailes rechazados
por un corazón insólito. 
Te vuelves tan fría que ya no quieres ni pensar
en líos de una,
dos,
tres,
cuatro
noches.
Que ya no esperas que nadie te llame un domingo
para preguntarte cómo estás.
No esperas que te cuiden.
Ya no crees que nadie busque en otra persona
lo que tú tienes.
Y ahí está tu problema:
Aún eres esa chica que cree que algún día
quizá pronto
quizá tarde
llegará alguien que rompa irremediablemente
tus esquemas,
e interrumpa sin consuelo
el curso de tus días.
Que haga de lo ordinario
algo extraordinario.
Y que convierta el simple sabor
del humo de un cigarro
en un poco de aire que consiga realzar tu vuelo.
Y, querida, ya nadie busca eso.
Ya nadie quiere amores.
Ya nadie busca atar un cuerpo.
Ya nadie entiende que querer no es precisamente perder la libertad.
Nadie entiende que amar un cuerpo es darle alas,
y que quedarse siempre es la opción que alguien toma
cuando en su pecho dictan las horas
que deje de buscar. 
Que ya tiene delante lo que esperaba
o lo que nunca creyó que llegaría
y sin querer quererlo
arrasó con el polvo 
de esa insensatez
con la que juró
esa última noche
que ya no creería
nunca
nunca
nunca más
en el amor.







Y qué. Después te verás quieta. Y dices que no, que no vas a volver a querer. Pero mirarás su espalda desnuda. Y te verás uniendo irremediablemente esos lunares, creando constelaciones de papel. Jugando a ver quién es el que cae primero. Te verás mordiendo los labios del que se adueñará de tu piel. Te verás sin ron, bebiéndote sus ganas. Te verás mordiendo sus caderas, haciendo tuyo un cuerpo en el que juraste no creer. Y eso fue lo que dijiste: 'Pero esta vez no quiero querer, así que bésame rápido'. Y qué. Los besos se vuelven lentos, tan lentos, que tu lengua empieza a sentir que puede retroceder en el tiempo. Y aunque las agujas del reloj avanzan, su piel te atrapa, te retiene. Y te ves queriendo huir mientras eres tú misma la que se frena. Porque ya no correrás, no tendrás prisa. Y ese 'No vamos a querernos' posiblemente se convertirá en 'No me digas que me quieres', y después vendrá ese suspiro en medio de cualquier anochecer. Te verás con un cigarro entre los labios y una camisa rota. Y un poco de sonrisas tontas. La fiesta que terminó donde empezó. Tu garganta pidiéndote unos besos. Unos labios. Que se convertirán siempre en los mismos. Y así seguirás. Tu propio barco. Tu propia vela. Y otra vez negando lo evidente. Navegando en la misma dirección. Y otra vez queriendo no creer en el amor. Y sin darte cuenta estarás en el punto de partida. 

Barco número 77.  Posición B2. Tocada y hundida.



-¿Y qué dirás, entonces, Noelia?



- No, si yo no creo en el amor.












1 comentario:

  1. Absolutamente increíble.
    No sé como lo haces, pero siempre, siempre, consigues plasmar justo lo que me sucede.
    Lo he dicho varias veces, escribes genial, de maravilla.

    Me quito el sombrero.

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