domingo, 16 de febrero de 2014

Y entonces bastará.



Puedes gritar. Aquí no te oirá nadie. En un rincón de mi alma que se estremece, ahí justamente deberías esconderte. Y decirme que soy tu suerte, aunque la suerte no exista y el éxito sea efímero. Aunque la luna desaparezca cada mañana y los pájaros siempre emigren. Puedes apoyarte en mi vida para hacer más tranquila la tuya. Y refugiar tus miedos en los míos para que juntos se hagan amenos.
Cantaré al son de tu risa y tus cosquillas me endulzarán la vida.
Verás amaneceres que jamás podrás describir con más palabras que un suspiro, y en mi pecho latirá un corazón rendido a tus ojos. Permitiré que entres donde jamás nadie ha entrado y dejaré que indagues donde jamás nadie indagó para que conozcas cada rincón de mí. Sé que las cosas preciosas no llegan con facilidad, así que te diré que por el camino nos desanimaremos y veremos que a veces las cosas no salen como uno quiere, pero te puedo asegurar que de 365 días solo 65 serán malos. Y que todos los demás estarán llenos de sorpresas y felicidad. Los abrazos jamás estarán rotos y los besos nunca serán cortos. El llanto será secado por una sonrisa enorme y los días ajenos al calendario estarán llenos de momentos que dentro de muchos años aún recordaremos y a los que bautizaremos como anécdotas. Tu piel será besada, entera, por mis labios. Y tu cuerpo extasiado del placer de verme despertar a tu lado. Te aseguro que mis manos serán tu lazo más preciado, y tu fuerza más valiente cuando necesites que te sostenga. Seré tu manta en invierno, tu frescor en verano, tu flor en primavera, tu lluvia en otoño. No seguiremos el ritmo de una vida cualquiera, marcaremos el propio compás de nuestros sueños. No seremos capaces de abandonar nada que queramos de verdad. Contaremos hasta 10 antes de enfadarnos, y entenderemos que la vida está para vivirla y no para sufrirla. Te comprenderé cuando ni si quiera tú te entiendas y leeré tu rostro cuando necesites, sin palabras, que lo lea. Haremos tortitas y pasteles, y cocinarás macarrones que al principio quemaré en el horno por uno de mis constantes despistes. Nos dejaremos las ventanas abiertas y en invierno lamentaremos hacerlo porque nos moriremos de frío, pero sacarás una manta enorme en la que envolvernos en cualquier sofá del Ikea, para sentarnos y ver el fútbol, y tú me explicarás cosas que yo no entenderé pero que me gustará cómo suenan. Debatiremos sobre los viajes en el tiempo y yo te aseguraré que no cambiaría nada. Tú me mirarás con los ojos brillantes pero pensando en mi locura y asentirías con la cabeza al preguntarte si me quieres.
Pensarás en que no he cambiado nada desde que me conociste y yo pensaré en que tu sonrisa seguirá haciéndome sentir lo mismo. Y entonces solo un beso bastará para saber que cuando dijimos te quiero la primera vez no pudimos fallar. 

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