lunes, 20 de enero de 2014





Un giro transversal de mi vida plasmado en sonrisas que se desvanecieron. 
Sola entre tanta gente mirando hacia los lados. Pareciendo mirarlo todo, pero sin ver absolutamente nada. Ella me miraba como si no me conociese, tal vez no lo hiciera.
Tal vez no se había tomado la molestia nunca de conocerme. De indagar dentro de mí y sacar todo lo bueno. Quería decirle tantas cosas que acabaron acumulándose en forma de nudo en mi garganta. La soledad no ata, da alas, y yo volaba sola.
Miles de pájaros difundiéndose a cada toque, a cada metro volado, a cada nube pasada.
Y miles de vidas para recordarlo. Y miles de sueños que en el suelo estaban, rasgados, pisados, rotos, perdidos.
Como quien descubre de repente que todo lo que ha soñado jamás se podrá hacer realidad. Como quien después de andar con zapatos de cristal tiene que pisar el suelo descalzo. Como quien entiende de razones imposibles y disimula haciendo ver que en realidad todo es posible.
Quizá yo siempre soy positiva, extrovertida, divertida, simpática y llego al mundo dispuesta a dar lo mejor de mí. Pero de vez en cuando, muy de vez en cuando, también sé ver las cosas negativas. Y es cuando les toca a ellos comprender que no puedo andar siempre en las nubes y que de vez en cuando yo también puedo caer.






Hoy he estado rodeada de gente, pero me he sentido sola.

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