miércoles, 20 de noviembre de 2013


Relámpagos en el corazón, meditación del alma.
Jugábamos como juegan los niños mientras se pierden, con la mirada encantada y la sonrisa embrujada,
rascando cada poro en la piel, castigando cada mala palabra. Nos besábamos como si pudiéramos consumirnos a base de instantes pequeños, congelados en el tiempo, en la atmósfera.
Te quise como a nadie y eso jamás nadie podrá dudarlo. (Ni si quiera tú).
Y aunque te soldé a mi lado, sé que tú eras ese pájaro que siempre voló alto.
La sorpresa para ti, fue cuando lista de mí, o amante de la vida, decidí volar a tu lado.
Entonces abriste los ojos como platos, preguntándote qué se me estaría pasando por la cabeza para arriesgar así mis alas.

-¿Qué?- te dije.
- Nada, nada- contestaste.
- Todo.
Y con la mirada brillante y húmeda me observaste.
- Todo- respondiste.

Y extendimos las alas.
Y llegamos lejos.
Muy lejos.
Y volamos alto.
Muy alto.

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