martes, 9 de julio de 2013

butterfly.


- ¿Por qué te gusta tanto ese libro?- frunció el ceño y me miró- siempre lo estás nombrando.
- En el libro se habla sobre unas mariposas; pero no son como cualquier otras mariposas. Éstas a parte de volar, tienen la capacidad de hacer sonreír a la persona que tocan. Pero tienen una pega, mueren cada vez que han tocado a alguien. Así que tienen que elegir muy bien a quien hacer sonreír, porque será quien le haya dado sentido a su vida...
-¿Y es como una especie de metáfora?- me miró intensamente y se acercó. Me besó, lo suficientemente rápido como para que pudiera continuar con la explicación. Ambos sonreímos a la vez. Y otra vez esas cosquillas en el alma. Ese pellizco en el corazón.
- Sí- sonreí para mis adentros y le miré- Lo que yo pienso que quiere decir el libro es que tenemos que elegir bien a las personas a las que hacer felices, o a la persona a la que hacer feliz...para que después pensemos que ha valido la pena.
- Vaya...- suspiró- Entonces el libro tiene trampa.
- Todos los libros tienen trampa.
- Como tú.- espetó de repente.
- ¿Como yo?
- Siempre tienes un as en la manga. Lo utilizas cuando lo necesitas, como ahora.
- Puede- sonreí imitando su gesto y suspiré. Nuestras miradas se cruzaron.
- Yo creo que he elegido bien.- me miró melancólico después de decirlo y tosió. Para después volver a sonreír. 
- ¿Ya has elegido a quién hacer feliz?- pronuncié las palabras temblorosa. Pero parecí segura de mí misma.
- Claro...
- Seguro que lo haces bien.- le dije mientras su mirada contaba mucho más que sus palabras, y leí entre líneas lo que sus ojos me querían decir. 
- Si yo fuera una de esas mariposas - explicó- te habría elegido a ti. No por el simple hecho de que te quiera, que también, claro; sino por el hecho de que al robarte una sonrisa le habrías quitado el puesto a cien mariposas. No sabes lo que puedes llegar a transmitir a través de ella...
- Exageras. 
- Es la mejor arma que puedes necesitar, y el mejor maquillaje. 
- Eres tonto...- le empujé ligeramente, pero él se puso recto y me miró.
- De verdad. No dejes que nadie la cambie...
- Nadie lo va a hacer- suspiré y le miré de nuevo.
- Yo quiero ser esa mariposa que te elija, quiero ser la razón por la que no se borre, por la que continúe...
- De momento estás haciendo un buen trabajo.

Desde lejos el mar cerró nuestros pasos, y al cerrarlos, prolongó el silencio. Nunca antes había existido tanta magia encerrada en un solo momento. Era como formar parte de esas páginas de los libros que tanto ansiaba leer, era como sumergirse letra a letra y rozarla, sintiendo que por primera vez formaba parte de algo, y ese algo era real. Tan real, que asustaba. Tan real, que nos consumía.
Igual que la luna había consumido la noche y las estrellas luchaban por recuperarla.
Ahora una sonrisa suya, alumbraba la ciudad.
Y ese instante habría sido escogido entre un millón como sinónimo de felicidad.

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