Te hubiese gritado que te quedaras un poco más. Pero ya no querías quedarte. Yo ya no tenía fuerzas para tirar de tu brazo, ni para alzarme hasta alcanzarte. Te habría dicho lo guapo que estabas aquella noche. Pero yo siempre he sido de las que se callan y mueren por dentro. Quédate conmigo un poco más. Miénteme y dime que te siguen gustando mis besos. Pero no te vayas. Avanzas. Retrocedes. Me pierdo. Te pierdes.
Estúpido intento de alejar dos imanes que se atraen para después repelerse. Estúpido intento de separar dos corazones porque la razón lo pide. Te conté entonces que había esperado demasiado y que si por mi cabeza fuera yo ya me habría marchado. Pero tú sabías como nadie que nunca he sido cobarde. Por eso corrí tras de ti. Por eso tú te giraste una vez más a mirarme. Por eso volvimos a sentir esa ráfaga de viento en el alma, esa corriente eléctrica en la espalda. Esa presión en el estómago que nos impulsaba una vez más a saltar con los ojos vendados. Tú y yo. Casi tan absurdo como especial. Casi tan valientes como cobardes. Casi tan juntos como separados. Casi tan simples como complicados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario