miércoles, 12 de junio de 2019

De vuelta a casa

Puede que ni lo merezca, pero anhelo algo cuando miro a través del cristal del tren. 21:27 encerrada en un vagón dirección Plaza Catalunya. Aún me queda una hora para llegar a casa, tiempo suficiente para pensar en todo y no llegar a nada. Nunca llego a nada. A mi alrededor, desconocidos. Me siento tan diminuta que me estremezco. No me mires directo a los ojos, le digo a los míos cuando apuntan al cristal. Me he odiado tantas veces que me arrepiento. Me odié porque creía que no merecía amor, a veces aún lo creo. ¿Qué inseguridades se esconden tras esta piel tatuada? ¿Cuánto me desgarré un día para sentirme así? Lo suficiente para haberme olvidado de todo. Cómo se respira, cómo se habla, cómo se vuelve a apostar, cómo se lanza uno de nuevo al vacío. Qué hay detrás de todo, qué hay delante. Solo ojos, solo míos, solo marrones, juzgándome. Deja de mirarme, deja de pensarme. La llegada a la estación se me hace eterna. Solamente eterna. Anochece, ahora el cielo es lila. Puede que me guste, me gusta. El cielo casi siempre me gusta lo mismo que me asusta. La luna decreciente se desliza, ahora no la alcanzo a ver. Un abrazo. Solo un abrazo que signifique “te quiero”. Quizás solamente necesite un “te quiero”. Bueno, no uno cualquiera. Me da miedo quedarme en la estación, me da miedo ver cómo se aleja. Me daría miedo si se aleja. ¿Hay “te quiero” que no se pronuncie? ¿Qué siente cuando me mira? 
¿Por qué me estoy haciendo estas preguntas? ¿Merezco que me quieran? ¿Volveré algún día a pensar que merezco ser querida? 

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