jueves, 27 de diciembre de 2018

A ti

Te escribo esta carta cuando sé que escribirse cartas ya no está de moda porque yo siempre he sido un poco...ya sabes, antigua. Qué esperas de alguien que ha leído más libros de gente que ya está muerta que de personas que siguen respirando. Lo cierto es que empiezo sin saber bien qué decirte porque hoy he sentido uno de esos impulsos que me aceleran y empujan hasta que consiguen que teclee cuatro tonterías. Por eso estoy aquí. Otra Navidad más, ya van muchas desde que nos conocimos - no hablo de conocernos literalmente, hablo de conocernos bien- y siento que el tiempo avanza a una velocidad vertiginosa. Parece surrealista que sigamos pareciéndonos tanto a aquellos niños y a la vez nos vea muy distintos. Supongo que el tiempo y la distancia hicieron su labor, que todos crecemos, maduramos, nos alejamos de algunas manías y nos cosemos otras. Hay algo que me llamó la atención desde el primer momento en que volviste a sentarte a mi lado. Sigues frunciendo el ceño igual, haces los mismos gestos nerviosos y tus manos siguen intactas. Tu risa aún es medio ahogada, y tu voz sigue grave y tranquila. Ya no tienes las mismas sudaderas, ni las mismas zapatillas, pero toda tu ropa sigue oliendo exactamente igual. Es curioso que aún haya arraigadas en nuestros cuerpos bromas que solo comprendemos nosotros. Un tono de voz, una expresión, un gesto. Siempre ha habido una química intachable cuando se trata de comunicarnos. Es una especie de magia que creo que no se consigue con mucha gente, por eso es especial sentirla contigo. Ya sabes, hemos conocido a muchas personas, y claro que tenemos bromas con muchos de ellos, pero yo hablo de esas bromas que rozan el tono confesional de dos dedos que se rozan sin querer, o del susurro que choca con una espalda desnuda. Son esas frases o esas palabras que punzan eléctricamente, que son metal frío en noches de verano. Bromas que si las dijésemos con otras personas perderían la identidad. Eso me ha hecho pensar en lo increíblemente importante que eres y has sido siempre para mí. No es una novedad, es evidente que nunca olvidamos a esas personas que marcan sentimientos tan grandes, y claro que sabrás que siempre serás importante para mí, pero quería escribirlo ahora. Yo nunca voy a olvidar a ese chico aparentemente despreocupado con el que me topé un día de la forma más absurda en esa clase, porque nunca podría olvidar lo sorprendente que fue descubrir que toda esa aparente máscara de indiferencia no era más que una fachada, un escudo, y que dentro había un chico que pensaba las cosas y le daba vueltas a todo, constantemente. Cuando te conocí me sorprendí muchísimo, porque me encontré con una sensibilidad que no pensaba que aparecería y esa pequeña gran parte de ti fue la que me hizo quedarme a tu lado. A veces me vienen ráfagas de recuerdos, ya sabes, a modo película, con una canción imaginaria e inexistente de fondo, en los que nos veo más jóvenes y guapos que nunca. Tenemos recuerdos tan bonitos...Parques, promesas, cartas, miradas, frustraciones, meriendas, deberes, vídeos, playas, paseos, cenas, futuros que se quedaron en palabrería y sueño. ¿Recuerdas aquel día en el que, por estas fechas, estábamos solos en aquel parque de atracciones? Es uno de esos días que recuerdo. El tren, el frío, fotos que ya no tengo pero que recuerdo como si las hubiera visto ayer...Qué tonta. ¿¡Te puedes creer que se me ha escapado una lagrimilla!? Sé que éramos personas distintas en aquel entonces, que teníamos actitudes infantiles -aunque te confieso que tú eras mucho más maduro que yo en muchos aspectos- y que probablemente nuestras mentes eran muy diferentes, ¿pero estoy loca si pienso que en el fondo hay algo dentro de nosotros que sigue intacto? No sé por qué estoy hablándote de esto. A veces me gustaría explicarte estas cosas absurdas, hablarte de momentos que recuerdo, abrazarte mucho más fuerte, pero le he cogido un poco de miedo a hablar de mis sentimientos. No es por ti, ni siquiera es por mí. Yo creo que me da miedo admitir que soy humana, porque me da miedo que me sigas viendo como aquella chica abandonada que se regocijaba en su dolor escribiendo diariamente en un blog. Fui patética cuando te fuiste, cuando todo acabó, sé que lo fui. A veces, muy de vez en cuando, leo alguna entrada antigua para ver cómo escribía o qué tenía que decir y me da mucha vergüenza haber sido tan explícita, haberme mostrado tanto. Sobre todo porque me imagino que leer aquello para ti, en aquel entonces, fue de todo menos agradable. En parte siento que te hice daño escribiendo todo aquello, te hice sentir más culpable por haberte ido. En aquel momento no supe aceptar ni gestionar que te perdía, el dolor fue mucho más grande que mi capacidad de ver y tomé decisiones muy, pero que muy absurdas. Creo que esa vergüenza es la que me impide volver a escribir con transparencia. Te hice sentir más culpable de lo que ya te sentías (que no era poco) y fui muy egoísta. No sé si alguna vez te pedí perdón por ello, pero me gustaría hacerlo, aunque sea en esta carta imaginaria que no te va a llegar nunca. Sería gracioso que siguieras leyéndome. Eso indicaría que en el fondo estás tan poco cuerdo como yo. En fin, que siempre fuiste importante, incluso los años en que no supe más de ti que lo que veía en cuatro fotos que me encontraba por casualidad. Y siempre lo serás, ahora con más motivo. Sé que ahora somos alérgicos a pensar en un mañana no muy cercano, créeme, a mí también me da pánico el futuro, pero te vayas o no, me marche o no, seamos lo que seamos en ese mañana, nunca olvidaré lo que hemos sido, y nunca te olvidaré a ti. A veces pienso que soy afortunada por haberte podido ver de nuevo, hablar contigo, contarte lo que me aterroriza, escuchar tus problemas, saber de tus sueños y tus preocupaciones. Somos afortunados por habernos podido ver de nuevo, la vida nos ha vuelto a cruzar - causado o no por mí- en un momento en el que he podido volver a verte reír con mis torpezas y mis tonterías. Eso será suficiente cuando piense en ti, estés o no. A veces me gustaría decirte mucho más, pero sé que no siempre debemos decir lo que sentimos al cien por cien, ni lo que pensamos. Sea como sea, quiero que te sientas afortunado tú también, sea cual sea la dirección de tu vuelo, porque he podido acariciarte de nuevo. No solo somos cuerpos, en ti siempre he visto un mundo enorme, un sistema solar, una expansión de polvo de risa. Me gusta lo que eres y quien eres, aunque nunca te lo diga. Madre mía, qué momento más tonto de sensibilidad. Ya no estoy muy acostumbrada a decir lo que siento, me he cosido demasiadas heridas y le temo al momento de enfrentarme a otras nuevas. Me siento tan ridícula hablando de esto.
Sea del modo que sea, ojalá nunca deje de escuchar tus teorías físicas alucinantes, tu concepción del mundo, tu opinión sobre las polémicas o todo lo nuevo que te quieras comprar. Siempre estaré, lejos, cerca, siendo testigo de tus logros, empujándote a seguir hacia adelante, o callada. Ojalá nunca pierdas la ilusión por lo que te mueve. Yo aquí estaré, sin saber bien cómo decir lo que pasa por mi mente tras cada beso, sin saber ya explicarte cómo me siento, pero aquí. 
Ojalá tú siempre me recuerdes también, te marches o no. Hemos sido - y creo que lo somos- un acorde menor afinado con maestría, tocado con delicadeza, sutilmente precioso. Hemos sido música, lo creas o no, lo sepas o no, lo leas o no. Y hay canciones que siempre se escuchan, que siempre se cantan, que siempre se viven. Y nuestra versión acústica en directo es la mejor de las melodías. 
















Qué forma tan extraña y compleja de expresarse, de decir lo que una siente.
 Ojalá no tengas que leer este retal de mí nunca, porque pensarías que estoy loca. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...