martes, 30 de octubre de 2018

Decisiones.





Lo vio de lejos en la biblioteca y no se atrevió a acercarse. Desde luego sabía que si lo hacía tendrían minutos, tal vez horas, de conversación. Sabía que cabía la posibilidad de tomarse un café juntos, incluso era consciente de que podría tenerle cerca y sentir su olor. Le explicaría cómo le había ido el día, charlarían hasta aburrirse, sabiendo que nunca llegarían a hacerlo. Era consciente de todo eso y por eso se alejó. Porque sabía que después estarían abrazándose durante minutos, porque vería en sus ojos la duda, la indeterminación, cuando se despidieran. Sabía que serían unas horas preciosas, perfectas; tanto, que al final ella volvería a casa sin saber nada. Porque él no demostraría nada, o porque tal vez demostraría más de lo que estaría dispuesto a asumir. 
Por eso giró hacia la izquierda y cogió el ascensor, porque sabía que era mejor no dar pie a esas bonitas y asfixiantes casualidades, porque era favorable para ella empezar a entender que para él las cosas habían sido más sencillas. Porque, al final, él había decidido y ella no estaba en sus planes. 
Porque de haber sido otro día, quizás en otra vida, se habrían sentado juntos y se habrían mirado hasta desgastarse. Porque, en cualquier otro planeta, él la habría llevado a casa y no se habría querido despedir nunca. En otra vida, puede que él la hubiera besado sin importar nada más. En otro mundo eran los valientes que desafiaban toda ley de gravedad; pero en este solo eran dos cobardes que evitaban mirarse de cerca. Uno por no saber qué esperar y la otra por haber entendido que no puede insistir más en quedarse en un lugar donde no saben si la acogerán. 


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