Eras esa calada imprecisa de un cigarro infumable. No quería consumirte porque no quería perderte.
Así que solo te miré y dejé que tú hablaras, para ganar tiempo e intentar ser fuerte. Para hablar después sin que la voz me temblara. Para declararme inocente cuando dictaras sentencia y decir que solo soy culpable de quererte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario