martes, 18 de octubre de 2022

Más tarde

 Llega un momento en el que supongo que no puedes más. Que sueltas el peso y cierras los ojos. Que lo dejas ir todo. Quizá es la suma de pequeños gestos que, juntos, y tras mucho tiempo, te explotan. 

Llega un momento en el que es fácil dejarse llevar. Te encuentras, de repente, rota, en la orilla, esperando ser arrastrada por las olas, esperando sumergirte y evadirte. Poder irte hacia otra parte. Solo pides eso. Otra parte.

Le he tenido siempre miedo a muchas cosas, aunque mi coraza alegre lo disfrace. Qué consuelo encontré siempre en consolar a los demás, distraerles de mí, hacerles partícipes de sus propias vidas para que olvidaran preguntar cómo va la mía. Sonreír mucho, siempre. 

He aprendido -y me ha llevado toda la vida- a ser valiente para mí, y en parte, para los demás. Me di cuenta que, cuando eres valiente, nadie pregunta. Se da por hecho (se entiende a la perfefcción) que vas a poder con todo. Y acabas pudiendo. O eso parece.

Hasta este preciso momento. 

Vuelvo a estar sola aquí, entre cuatro paredes, tecleando absurdeces que me ayudan a sentirme bien. Las letras, pequeñas y escurridizas aliadas, que siempre me han ayudado a canalizar mis emociones. Mi propia terapia. Mi manera de dejar ir. Mi manera de recordar. Mi manera de llorar.

Me gustaría que algunas cosas fueran diferentes, pero no puedo cambiarlas. 


Supongo que en cada decisión que tomamos se abren caminos diferentes; que al escoger, estamos dejando mucho atrás. De eso se trata, supongo, de tomar decisiones. 

Mi ego grita: “Pero si no hice nada mal, si no quise hacer daño a nadie”. La realidad me abraza y me recuerda que no es tan importante, que nada es tan importante. Que a veces la gente decide irse y es por motivos ajenos a uno mismo. Que no tengo el poder ni el control de nada, ni siquiera de mis emociones en algunas ocasiones. Me está costando tanto entender que lo que hay fuera de otros depende, en gran parte, de los otros... Que poco tiene que ver conmigo.


Cada uno hace su camino. Quizá esté apriendo ahora eso.


Habría elegido un año sin tantas consultas de médicos, sin tantos pronósticos o pruebas. Habría elegido un año en el que no perder a nadie. Habría elegido un año sin dolor, sin sacrificio, sin rechazo. No ha sido ni va a ser fácil; aun así, sé que vale la pena cada impulso. Y sé que iré teniendo respuestas, como dice un autor que me gusta, cuando deje de hacerme las preguntas.


En eso consiste la vida. Y si no, ya averiguaré en qué consiste más tarde.  


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