Insensatez enorme envuelta en esperanza.
Caramelo amargo que no sé tragar.
Vuelvo al horizonte vertical de siempre,
a la paradoja matemática
de querer a medias
cuando aún no sé quererme.
Cómo pretendía hacerme valer
si no me pongo valor nunca,
cómo voy a reírle a alguien
si aún no sé reírme a mí.
Mi reflejo se vuelve borroso,
el agua empieza a empaparlo
y me sumerjo en un mar de lágrimas
inútiles
de cocodrilo
de serpiente
de arrepentimiento
de un quizá
bañado en miedo
de ser feliz,
pero siempre a medias.
No he vuelto a estar completa
y me revienta
no saber si algún día
volveré a saber querer
a tientas.
Si confiaré en unos labios
que no mientan
que descosan la mentira
y me grapen la verdad
en el pecho.
Dormiré sola
hasta que pueda dormir con alguien
sin necesidad de atarme el alma
al colchón.
Volverá a pasar el invierno,
volveré a sentir el frío
volveré a querer amor
en un San Valentín engañoso y ficticio,
volverá ese marzo áspero,
tras unas navidades solitarias
y un cumpleaños diferente.
Y el abril devolverá primaveras.
Quemaré mis demonios en mayo
y junio traerá el final de otra etapa
seguida de un julio de fin de contrato
un agosto en familia
y una vuelta a la rutina
sin nadie al que partirle los esquemas.
Caminaré sola
con mi música.
Sin confianza en las pisadas
con la risa más gastada que nunca.
Volverán a decirme que yo puedo
volveré a negar lo evidente,
y tras ese ciclo insaciable
quizá algún día me encuentre
entre la gente
una sonrisa amable
dispuesta a quererme.
Tal vez esta vez será cierto
quién sabe si sabrá regalarme
mil bailes incompletos
y me pisará por torpe
y me querrá por
valiente.
Quién sabe
tal vez
ya nunca más me vean cobarde
y me sepa al fin
la melodía amarga
del amor de verdad,
de ese que arde.
Por fin tal vez
me cocinen el corazón
a fuego lento
y sepan hacerme el amor
sin argumentos
con un final,
eso sí,
siempre feliz
al que aferrarse
tras un silencio
y el humo de un cigarro
que escriba fin
al momento
sin fin.
Quizá alguien haga un mapa
con mis lunares
rumbo al universo
pero sin destino fijo.
Tal vez pida en silencio
demasiada verdad
camuflada en gritos
a la espera del cambio
que parece que nunca llega.
Acabo de perder al ángel
que me había sujetado las alas
todos estos meses.
Acabo de renunciar al placer
de perderme
por miedo a encontrar
lo que no quiero ver.
Quizá siendo egoísta
me he visto en un futuro
perdido
al seguir el rumbo de quedarme dormida
en su motel,
cuando siempre he sabido
que al pasar la temporada,
al bajar las persianas,
su adiós me iba a doler.
Lo siento ángel,
ojalá me hubieras querido
ojalá hubieras sabido
que no es lo mismo hacerme
entera
o a media tinta.
Si sólo la mitad de mi espalda te devolvía la caricia
era porque la otra mitad siempre ha esperado más
de lo que sabía
que podría tener
jamás.
Ángel, no te vayas nunca.
No sé vivir sin tu verdad.