La brisa ligera entorpece mi mirada, el pelo se enreda en el aire y me envuelve. Rostros desconocidos, mi búsqueda imposible finaliza con la última gota de esperanza que colma el vaso y lo desborda. Ni rastro en las cervezas, ni en el libro que me acabé anoche, ni en la mirada verde del chico que está cruzando la carretera sin ver más allá de sus zapatos. No está. Ni estará. Se ha esfumado, ha desaparecido, se ha convertido en espuma, me ha hundido con él. Ya no vuelve. Ni en formato ira, ni en lágrima comprimida, ni en sorbo de alcohol puro. Se queda en su mundo y con un equilibrio preciso, cambia de dirección sin pestañear. Casi no me he dado cuenta y los días me consumen. Aún me recuerdo fumándome las noches, entre cubatas y voces desconocidas. Era más inmadura, pero el dolor no se me quedaba clavado en el pecho, aprendía a vivir con él. Ahora lo guardo en libros que consumo, con sed de aislarme, en canciones que compongo tontamente, en diarios que escribo tachando. Me he vuelto la persona más sensata del mundo, pero me detesto. Tengo el corazón tan frío que parece que el verano aún no está aquí, cuando todos hablan ya de él. ¿La que soy ahora es mejor o peor que aquella chica que soñaba con los ojos abiertos? Me caía mejor la otra, pero admito que los demás respetan más a esta. Cada vez que me he atrevido a ser aquella chica de ayer he acabado cosiendo heridas, quizás cosa de su ingenuidad, su fantasía. Tal vez esta nueva Noelia no sea derrotada y salga victoriosa y sin arañazos, tal vez esta vez la abracen hasta quedarse dormida. Quizás ella sí que pueda ver el amanecer, quizás se alimente de cerveza fría y cante temas que aún no existen. Le daré una oportunidad a esta nueva Noelia, que aún no sabe bien cómo va eso de la vida, pero se empeña día a día en aprender. Esta nueva chica pone el modo avión a las doce de la noche y se queda dormida viendo su serie favorita porque le da miedo quedarse en silencio con ella misma. Les dice a todos que hay temas prohibidos de los que no podrán hablar hasta pasado un tiempo, y a su vez añora desahogarse en el papel. Puede que se esté volviendo loca, que haya pedido demasiado o que aún no sepa muy bien hacia dónde ir, pero sí sabe de dónde viene. Llegar hasta aquí ha sido duro, ha tenido que reconocerse, aceptar y arriesgarse, pero sabía que apostándolo todo siempre cabe la opción de perder. Y perder es algo que ninguna de las dos Noelias pudo aceptar nunca de un modo sencillo. Solo el tiempo las enseñó a aguardar, esperar y ser pacientes, dejar esos vacíos así, no intentar llenarlos con absurdos. Quizás haya espacios en nosotros que deban permanecer siempre así, repletos de pérdida y vacío. Quizá debamos vivir también con eso, aunque no sepa cómo explicárselo a esa chica nueva y desconfiada que me devuelve la mirada en este espejo.
domingo, 3 de mayo de 2020
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