Si estiras un poco el brazo puedes alcanzarme, si tocas mi mejilla puedes entenderlo, si escuchas los pasos puedes comprender qué lejos estoy de decirlo. Puede que espere la señal de salida, puede que dé la cursa por perdida, porque nunca fui de las que llegan primeras, porque la única medalla que conseguí fue la del perdón y la compasión del vencedor, que mira condescendiente mis logros. Te quiero, pero evito a toda costa el silencio que pueda formarse en el espacio tiempo que compartamos cuando esas palabras se escapen de mi boca. Por eso seguiré dejándome vencer, por eso seguiré haciéndome la loca. Ojalá al menos uno de los dos no le hubiese cogido miedo a los precipicios.
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