- Mucha gente le teme a la vida, John. Pero no he conocido a nadie jamás con el valor que en ti he hallado para enfrentarte. Cargas el peso sobre tus espaldas y caminas, sin curvar la espalda, sin bajar la mirada. Ahora eres tu propio líder. Tu propia esperanza. Eres leyenda.
Paseé mi mirada. Ciudad oscura, cambiada. Ya no era la ciudad en la que había crecido, ya no eran esos balcones adornados que surcaban el cielo y se elevaban casi al límite de las nubes. La ciudad había muerto. La ciudad se había dormido.
- Erny, tú no deberías de estar aquí.
- ¿Y tú sí?
- No me quedaba otra opción.
- Has dejado atrás todo cuanto tenías para llegar hasta aquí.
- Se llama supervivencia.
- Eres el puro reflejo de la soledad. Aquí tienes tu ciudad dormida. ¿Y ahora? Ahora eres una leyenda. Pero, ¿ y después?
- No puedes juzgarme.
Miré mis zapatos, rasgados. La tela de mis pantalones, empapada de sangre. Las manos, negras, sucias, llenas de heridas, cicatrices. En mi cuerpo veía el reflejo de lo que había sido mi vida. El caos más absoluto. El horror en la mirada de esas personas. Mi vida escrita en simples parpadeos, ya cansados de la lucha infinita.
Y la vi. Llegaba a lo lejos, cansada. Los hombros caídos, la mirada perdida. ¿Era ella?
Temí lo peor. Temí que hubiera dejado de ser ella. Temí tanto que pensé que escapar quizá era una opción.
Pero me quedé plantado en el suelo. Sin parpadear. Sin respirar.
Erny ahogó un grito y tiró de mi brazo.
- ¿Es una de ellos?
- No- susurré- No lo sé.- sacudí la cabeza.- ¡No lo sé!- grité, liberando mi ira, liberando mis miedos.
Y ella se acercó.
La camiseta blanca de tirantes estaba totalmente rasgada, tanto, que podía ver a la perfección la silueta de su sujetador, la forma de su ombligo. Su tez blanca ahora más pálida que nunca.
Los pantalones estaban rasgados, llenos de sangre ya seca. Y el pelo lo llevaba alborotado, tan rubio como siempre, más rizado que nunca.
Se acercó tan lentamente que el tiempo que pasó hasta que llegó a mi lado se hizo eterno.
- ¿Beth?
La miré a los ojos. Desorbitados. Brillaban como siempre, transmitían más que nunca. Dejaban en mí un grito ahogado. No pude articular palabra. La miré con una tristeza tan inmensa que sentí como mi corazón se partía a pedazos. No hacía ruido, era un silencio eterno, un silencio tan sordo que me dolía.
Algo de humanidad quedaba en ella. Dijo unas palabras con tanto miedo, tan flojas, tan mudas, tan temblorosas que a penas pude escucharla. Pero era lo último que me quedaba de Beth.
- No me mires. Vete.- silenció sus propias palabras, estaba desapareciendo- No quiero que me recuerdes así. La Beth de siempre acaba de morir. Te...
Un ruido silenció sus palabras. Cayó a mis pies. Erny apuntaba hacia ella con una pistola
- ¡¿Qué has hecho?!.
Me tiré al suelo. La sostuve entre mis brazos. Y al fin ese nudo en la garganta se deshizo, lentamente. Agonizando, acompañando mi dolor. Y lloré. Lloré y me sentí más débil pero a la vez más fuerte. Mis músculos se tensaron, curvé la espalda y me fundí con ella en un abrazo.
Sentía que la quería ahora más que nunca. A la vez sentía que lo que quedaba de Beth acababa de morir. Parpadeé y en un instante recordé la primera vez que la vi entrar en clase. Sus miradas distantes, casi frías, tímidas, al principio. Recordé la primera vez que me confesó sus miedos, incluso pude sentir el sonido de esas lágrimas caer, esas que no soporté jamás ver en ella. La recordé vestida, con aquel vestido, en la graduación. Con su gorro de lana, sentada en un banco de Amsterdam. La recordé desnuda enlazada en mi cuerpo. La recordé incluso enfadada. Recordé el sonido de su risa e incluso esa sensación de bienestar que me ofrecía cuando sonreía desde la otra punta del campo dándome fuerzas. Mis lágrimas cayeron sobre su cuerpo, ya sin vida. Estaba tan pálida...pero seguía siendo la de siempre.
Erny tiró de mí, para que me levantara. Pero sentía que todo aquello por lo que había estado luchando se perdía entre el tiempo, y se apagaba en el corazón de Beth. Sus latidos me encerraron para siempre.
Me levanté abatido y la miré por última vez.
- Esto va por ti, Beth. ¿Recuerdas? Pasara lo que pasara, había que seguir hasta el final.
Y le dije te quiero sin decirlo. Solo con la mirada. Solo con el pensamiento. Pero eso ya bastaba.
Erny me miró, me dio una palmada sobre la espalda. En sus ojos pude ver que por un segundo entendía mi dolor, pero se mostró tan distante como siempre.
Mis pasos resonaban con tanta fuerza que ahogaban los ruidos de la noche. La lluvia comenzó a caer. Miré las estrellas, apagadas, encerradas, escondidas tras las nubes.
Y solo pensé en ella.
Y en lo mucho que le gustaba la noche. Y en lo mucho que le gustaba la lluvia.
Y supe entonces porque esa noche no había luna. La luna había muerto con ella.
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