martes, 26 de marzo de 2019

Fue ya hace mucho tiempo. Fue hace seis años. Estábamos fingiendo ser dos adultos que aún no habían cumplido la mayoría de edad. Un ven lo cambió todo. ¿Quién lo pronunció? No lo recuerdo, pero sí recuerdo que yo llevaba tu sudadera roja, recuerdo que el camino de vuelta a casa fue de tu mano, que todo cambió. Entonces no sabíamos de nuestro futuro, de los rotos ni los descosidos, no sabíamos que nos iríamos, que volvería a buscarte, que volveríamos a enredarnos en imposibles ni aventuras. Entonces no sabíamos que seis años después todas las piezas estarían temblorosas, a la espera de cualquier movimiento que las haga, de nuevo, encajar. No, no sabíamos eso. Fue un veintiséis cualquiera que nos convirtió en mucho más de lo que jamás sabré explicar a nadie, ni siquiera a una página en blanco. Nunca sabré explicarnos. 
Sé que a veces sueno demasiado sensible, que quizás no recuerdas ni qué día es hoy, pero la verdad es que yo soy de esas que quedan marcadas para siempre de esas fechas que cambiaron el mundo, como si las llevase tatuadas con tinta invisible y mi mente jamás se permitiera borrarlas. Es una alarma interior que se activa para recordarme que debería celebrar que un día pude estar junto a aquel chico con el que lo viví todo. No tenía ni puta idea de nada, y menos mal. Dicen que la vida es bonita porque a veces se nos cruza lo inesperado y nos vuelve a girar unos 180º. 
No sabía lo que me depararía aquella decisión, como tampoco supe hace ya casi un año qué me depararía volver aquí. 

Yo siempre he sido de disparar primero y  pensar después.
Y qué. 

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