Vivo atrapada en una vida que no es la mía. Yo no pedí esto, no pedí que él se fuera, no pedí ese silencio, la pérdida de los que tanto prometieron, ni siquiera pedí que mis dos ejemplos a seguir, que se amaban, de repente, decidieran odiarse y detestarse. Me anula la desconfianza que respiro en estas cuatro paredes, desde donde miro aquello que tantas veces llamé hogar y hoy es sólo un descuido repleto de indiferencia, olvido, tristeza, vacío, maldad.
Vivo rodeada de miedo.
Invadida por el gobierno de las risas perdidas, que anuncia todas las despedidas que no pronuncié y me obligaron a recordar. Mi jaula es la infancia inocente que se marchó con la llegada de esos tres reyes llamados papá y mamá y ese camello que resultó ser el vecino del quinto, que por decir ya no sabe ni pronunciar su nombre.
Pensaba que su amor sería para siempre, de veras. Prometí casarme en la iglesia donde dijeron sí, cinco años antes de que yo estuviera. Pero no quiero la condena de atarme la vida a alguien que se vaya, no. Ya no creo en el amor, ya no sé qué es la familia. Quizá ambas cosas fueran inventadas por el mismo sonámbula de la vida, anuncio perdido de El Corte Inglés, libro o película, donde el amor es para siempre y la familia no se marcha nunca.
Menuda tontería.
Como jurar para siempre, tatuarte el nombre de tu primer amor o llamarle a tu mascota Max.
Todo tan típico, tan fugaz y efímero, tan tópico y siniestro.
Os juro que yo era de esas, de esas que se dejan sorprender por la vida y llaman amor a cualquier gesto de bondad. Os juro que en mi cabeza antes sólo había armonía y ahora puedes encontrar lo que sea, menos paz. Ahora soy caos versión canción, versión poesía. Juego a no encontrarme ya ni en el papel, a morirme lento mientras escucho la lluvia entrar en esta casa donde ya no me sé ver. Estas cuatro paredes me asfixian, estoy sola, tirando las mismas piedras siempre al mismo cristal. Rompiéndome un poco más a cada hoja del calendario que se va.
Ojalá pudiera agarrarme
en los hombros de alguien
que cuidase mis pasos
cuando ellos se ponen a gritar
o a romperse
y veo el gesto de un padre
triste y desolado
que ya no sabe caminar.
Ojalá alguien me llevara a cuestas
y dijese: 'Eh pequeña, le queda poco al desastre'
ojalá me cuidase
quien menos espere
en un mundo siniestro
sin guerra ni paz.
Alguien que me salvara
aun con las alas rotas
y me hiciera creer
que quizá algún día
solo algún día
vuelvan a funcionar.
Pero mírame. 23:35. Apago las luces de esta habitación y me tumbo en la nueva cama que me parece tan rara como mi nueva vida. Miro el techo sin ver nada. Pienso en nada mientras lo siento todo.
Mil lágrimas vuelven a asfixiarme.
Esta vez muero de pena y resucito por valor.
Quizá me quede aquí una temporada más
diciendo todas esas cosas indefendibles
que llenan de reproches esto.
No sé qué habría hecho en otra vida
pero seguramente no fui la mejor mujer
novia
hija
amiga
ni humana
del planeta tierra.
Si no,
quizá mi lugar
ya no sería este.
Perdida.
No queriéndome encontrar
Quizá por cabezonería o miedo.
Tal vez por nostalgia.
Quizá por no soportar lo que el mundo cambia,
lo que yo he cambiado
cuando no quería cambiar.
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