Ya no habrán sorpresas.
Al menos no las que esperaba darte.
Adiós a Venecia y a muchos otros sueños rotos ahora.
Sigues aquí sin estarlo, ese es mi castigo. Llevarte dentro sabiendo que tus ojos nunca más van a mirarme con deseo. Tener en los labios mil besos dados sabiendo que no hay hueco para más.
Es triste porque ni si quiera me apetece conocer a nadie, estar con nadie.
No me apetece nada ser más que la chica que no sabía llorar y que ahora sí sabe.
Hay demasiadas preguntas
y aún no tengo respuestas.
¿Por qué te marchaste?
Si fuimos la envidia de todos los que deseaban quererse y no lo lograban hacer tan bien como nosotros.
Me siguen temblando las orejas cuando alguien habla de ti. Y siempre les pregunto: ¿Cómo está?
Y siempre me responden: Muy bien.
Y me alegro de que así sea.
Por aquí todo igual. Ni si quiera te contaré mis problemas porque no te quiero molestar. Pero resumiéndolo mucho podría decirte que sigue haciendo frío en mi cama aunque estemos en junio.
Y creo que con eso te haces una idea de a qué temperatura están mis sueños.
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