Así fue cómo el chico tímido de segunda fila se olvidó del huracán de Noelia. Así fue cómo pasó de ser él mismo junto a ella, a ser simplemente alguien alejado de su mundo. Así fue descendiendo el brillo de sus ojos, ya perdidos en otras faldas. Así fue como la olvidó, tapándose las heridas con un:
'' No estaba bien conmigo mismo.'' Cuando la verdad era que había dejado de querer una vida junto a ella. Que no quería atarse con veinte años a una sola risa. Que sentía que era joven como para anclarse en un mar tan infinito como era el mío. Como es el mío. Así fue cómo le destapé los miedos. Así fue como le animé en sus pasiones para que jamás abandonara. Le curé las heridas. Le prometí que siempre, todo, mientras estuviéramos juntos, saldría bien. Y no fue suficiente.
Quizá yo también me equivoqué. Desde que no estoy parece resplandecer. Desde que se fue, o me fui, o nos fuimos, la suerte le sonríe. Ahora tiene un lugar en la cima. Su cima.
Y a la chica loca que le observaba aquel septiembre le queda marcharse con los puños cerrados y la cabeza baja. Agachará la mirada y esconderá el dolor. Así será cómo ella camine. Sin un beso de despedida, un gesto de ternura, una sonrisa cómplice.
Y otra mujer verá las manos de él, y se enganchará a su risa, a su manera rara de mirar el universo. Otra, será otra, la que teorice sobre la existencia de vida en otros planetas. Será otra la que comparta su pasión por los zombies o vea esos largos partidos de fútbol. Otra. Será otra. Otra mujer le enseñará el amanecer de un verano nuevo. Otra mujer encenderá sus sábanas en San Juan.
Será otra persona la que ponga fuego en cada jarro de agua.
Otra mujer mirará sus ojos y besará sus párpados.
Quizá esa mujer oiga, algún día, cuando él esté preparado, mi nombre.
Le hablará de que cumplimos menos sueños de los que creíamos que haríamos realidad.
Pero se callará otros muchos secretos que serán nuestros para siempre. A ella no le contará cómo le hice reír aquel día en el que discutió con su madre y estaba de brazos cruzados en el sofá, mientras yo buscaba mil maneras de alegrarle las mejillas. No podrá hablarle sobre el puerto, ese primer día de una larga lista de días, en los que compartiríamos más que una vida. No le podrá poner nombre a lo que tuvimos, porque era excepción. No le podrá contar qué sentía cuando yo cantaba. Ni cómo lloró aquel día, incapaz de cumplir aquello que tanto deseamos. A ella no podrá contarle nada de esto, no podrá hablarle del empeño que puse siempre para que saliera a flote.
El chico tímido olvidará a la chica valiente que le llevó a lugares insospechados. Aquella que compartió sus aventuras, sus locuras. El chico tímido olvidará que fue a ella a quien le confió todos sus miedos, sus inquietudes.
La chica huracán se irá cuando el chico tímido se despida gentil, con la mano en el corazón, ahora indefenso.
Él moverá ficha.
Ella se volverá tablero.
Él ganará una dama.
Ella estará fuera de juego.
Él será feliz, y quién sabe -quizá- si ella volverá a sonreír algún día de verdad.
Dejarán abiertas todas las heridas
por si quieren cicatrizar pronto.
Le echarán alcohol
y por qué no,
también sal,
a la incertidumbre.
Volverán a apretar el gatillo.
Y esta vez ella apuntará al infinito.
Tocada y hundida.
El tiempo pasará y el recuerdo se hará solo eso, recuerdo.
Y no hay nada más triste que ver cómo la historia más bonita del mundo se deshace en manos del huracán de Noelia, sin poder hacer nada por salvarla.
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