¿Por qué a pesar de saber que soy la suplente de la protagonista de tu vida insisto en quedarme a ver terminar la obra?
Hasta que te vayas.
Y mi soledad me recuerde lo idiota que es pensar en la esperanza cuando esperas por el circo que ya no volverá a pisar tu ciudad.
No estamos en ruinas. No somos Roma.
No nos hundimos, como Venecia.
Solo somos dos líneas inquietas, paralelas, luchando contra la gravedad de la vida.
Dos pesas sobre un estrecho hilo jugando a equilibrar versos que no riman.
Metáforas que se contradicen.
Complejas gotas de verdad camufladas en mil vidas que prometer.
Lo hemos sido todo
y todo ha quedado
reducido
a polvo.
Me va a faltar coraje
y me sobrarán inviernos.
Y en esta casa seguirá oliendo a veneno
la ropa seguirá estando impregnada
de todo lo que prometimos ser
y no fuimos.
Quedará en el aire
el suspiro
y una tarde de domingo
mientras alguien grite 'gol'
vamos a vernos
en otra vida
en otra voz
con otra risa
en otra sala
siendo todo lo que no nos dejaste ser.
Te llamaron egoísta y nunca lo entendí bien
pero siempre he sabido por qué lo decían.
Aun viéndome coger ese tren
no me pediste que me quedara.
Aun con la maleta hecha
no deshiciste mis medias verdades.
Nunca dijiste que no me querías
pero tampoco negaste los hechos.
Dejaste el expediente a medias,
un caso abierto,
en el que nunca se encuentra al culpable.
Lo llamé amor y no supe su nombre.
Ahora estoy nadando entre cicatrices.
La sal no le hace justicia a este silencio
y suplico por una paz que ya no existe.
Te voy a echar de menos siempre
incluso cuando te olvide.
Y ojalá algún día me mires
sabiendo que lo que perdiste
está cerca y nada lejos.
Ojalá un día,
cuando ya no duela
seas capaz de mirarme las heridas
sin sentirte culpable.
Ojalá no sientas pena
al mirarme.
Y yo deje de ser la vagabunda
por las calles en las que un día
fui feliz.
Ojalá me vaya todo bien
y mis pies besen este suelo ilógico en el que no sé estar de pie.
Porque volar me resulta tan fácil desde que nada se me da bien
que prefiero alejarme kilómetros a quedarme en esta taza de café
ahogando ojeras que tienen nombre
maldiciendo todas esas veces en las que lloré
por no marcar un número
y huir después.
Ojalá me hubieras besado
en vez de marcharte.
Pero quisiste un 'adiós' bañado de tiempo.
Para siempre había bastado
aunque ya nada sea eterno
La imposibilidad del naufragio
me hace nadar
en dirección contraria
a lo que fui.
Y en silencio mientras rompo las cuerdas del presente
me imagino en un futuro
en el que ya sé sonreír
sin apretar los dientes.
Lo llamaron final feliz,
Yo lo llamo no tener suerte.
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