martes, 7 de mayo de 2013

No tienen ni idea.



Me he pasado la vida cosiendo alas para echar a volar cualquier día de estos.
Muchos apuestan a que jamás podré publicar un solo libro, a que jamás podré subir a un escenario y dejar fluir mi voz entre un millón de personas.
Pocos fueron los que me dieron calor en esos fríos sueños.
Me he pasado toda mi vida creyendo que jamás seré lo suficientemente buena en algo, me he pasado la vida creyendo que jamás alcanzaría lo que más ansío. Me he pasado toda mi vida cerrándome yo las puertas, sin si quiera darle oportunidad a la vida de ponerme obstáculos.
Pero se acabó. 
¿Recuerdas todo aquel que me llamaba gorda en primaria? ¿Aquel que me hería con comentarios absurdos? ¿Aquella que un día me dijo que nadie podría quererme? ¿Que jamás sería lo suficientemente buena para alguien? ¿Recuerdas aquel que rió de mi voz? ¿Aquel que comentó por lo bajini al leer redacciones en primaria? 
Ya no soy esa rubia tímida, de metro sesenta, regordeta, vestida con falda escocesa, en medio de un montón de gente, en el patio de un colegio de monjas, que bajaba la cabeza cuando no quería mostrar su tristeza, su impotencia, a los demás. Aquella que perdía la dignidad cada vez que le hablaba al chico guapo de clase y éste solo le contestaba por interés.
Yo ya no soy la chica que vestía con mallot y se sentía una foca al ver que las demás chicas bailaban y parecían princesas. Ya no soy la chica que siempre tenía el número de pies más grande. Ni la más alta de toda la clase.
Esa Noelia solo me sirvió para fortalecerme.
Es por eso que no puedo quedarme callada ahora, que siento de nuevo, como, por otras razones, las balas vuelven a rozar mi cuerpo. No puedo quedarme en silencio, sufriendo la humillación que aún saboreo, de aquellos días en los que la timidez y el miedo me encarcelaron.
No sé sobrevivir sin hacerme la fuerte, porque necesito creer que lucharé contra viento y marea, con todo lo que pueda venir hacia mí. 
Es por eso que no soporto que ellas ahora intenten creerse mejores. No tienen ni idea de quién soy, conocen lo que ven ahora, pero no saben que lloraba por las noches cuando medía metro cuarenta y pesaba más de cincuenta kilos, eso no lo saben. No saben que no me ponía tirantes por miedo a que alguien notara que me sobraban algunos kilos. No saben que me dio miedo lo que pudiera pensar de mí el primer chico que me besó, y el segundo, y el tercero. No saben la inseguridad que cargo sobre mis espaldas, porque ellas no estuvieron ahí cuando le rogaba, llorando, tras una tarde de compras, a mi madre, que me dejase hacer dieta. No saben lo que es haber crecido en mi piel.
Entonces no pueden entender lo que siento, no saben comprender que sus comentarios, sus risas, remueven ese pasado que intento encerrar bajo llave en un cajón casi invisible. 
Claro que no le explico esto a nadie, claro que no sé qué hacer cuando me siento sin fuerzas delante de ésto. ¿Ser fuerte? Ser fuerte es mi debilidad.
Las chicas fuertes son las que lloran y después se tragan sus lágrimas.
Yo escupo palabras.

No tienen ni idea de lo que es haber superado obstáculos imperceptibles para los demás.
No tienen ni idea del precio que se tiene que pagar por hacerse un hueco en la sociedad.
No tienen ni idea del esfuerzo que supone ser la chica de los Notables.
No tienen ni idea de lo mucho que me ha costado salir ilesa de mi pasado.
No tienen ni idea, y por eso hablan. 

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