martes, 5 de enero de 2021

Odio las malditas despedidas

 Aquí acaba todo, nuestro principio y final. Por un segundo quise creer que me dirías que sí, ignorando las señales y todas esas palabras que habías pronunciado siempre. Voy a echar de menos lo absurdo y fácil que era todo, aunque quizás de fácil no tuvo nada. Al final solo remaba yo, mientras tú mirabas cómo se hundía nuestro pequeño bote. Ni yo te salvé ni tú me salvaste, pero jamás pretendí que nadie me ayudase a hacerlo. Me hubiese gustado que todo aquello que se me pasó un día por la cabeza se hubiese hecho realidad. Sin duda fue la ingenuidad más genuina que he sentido (o he tenido) nunca. Me quedo con aquella tarde en aquel museo, aquella cena sincera y mis manos besadas por ti. Con lo bien que te sentaba estar relajado conmigo y lo poco que me importaba el resto del mundo en aquel preciso instante. Después vinieron las dudas, los océanos de miedos y tu fría mirada atravesándome. 

Lo he entendido, lo he captado al instante. Yo te regalé la luna, conduje 140 kilómetros para ir a buscarte y te besé cada centímetro de piel y tú ni pudiste mirarme. Te canté y me cantaste. Pensaba que me habías oído. Lo sabía, pero tus palabras lo confirmaron.

Y está bien así.
Aprendí la lección y por eso esta vez he sido yo la que ha querido marcharse. No sabes lo que me jode despedirme de ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ya me gustaría

 Es casi inconsciente este pensamiento recurrente que me atraviesa. Me cuento y les cuento que no es para tanto y lo cierto es que soy dos p...